De laísmos, tildes y concordancias

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El noble arte del laísmo consiste en usar los pronombres la las de complemento directo en lugar de los pronombres le les del complemento indirecto. ¿Por qué se produce? Generalmente, por no atender a la naturaleza transitiva o intransitiva de los verbos. Ya entraremos en detalle en otra ocasión, pero, por ahora, basta ver algunos ejemplos.

Salíamos de la cama y salíamos rápidamente al pasillo. Mis hermanas dormían al lado. Pero mi padre las pegaba más raramente. Solía ensañarse con nosotros, los chicos.

Lobo Negro, un skin. Marie Hagemann. Alfaguara. Madrid, 1994. Página 54.

En efecto. Aquí, pegar, como intransitivo, sólo admite complemento indirecto: pegar a alguien, pegarle; pegarle un tortazo a alguien, pegárselo; pegarle una paliza a alguien, pegársela. En estos dos últimos ejemplos, se sustituye al complemento indirecto, y lo al directo. Lo que ocurre con el verbo pegar es que tiene usos transitivos, intransitivos y pronominales. Pero el truco, si existe, es el -selo, -sela. Si se puede decir pegárselo pegársela, significa que la persona en la que recae la acción cumple la función de objeto indirecto. Por lo tanto, se produce laísmo si, al hablar de una persona, decimos que la pegamos.

¿Acaso mis brazos y piernas llenos de moratones no era prueba suficiente?

Lobo Negro, un skin. Marie Hagemann. Alfaguara. Madrid, 1994. Página 55.

En esta oración se produce un error de concordancia ¿Acaso mis brazos y mis piernas no eran prueba suficiente? ¿Acaso Pedro y Sara no son mis amigos? Como se observa, en el ejemplo del libro ha fallado la concordancia (no se puede decir Pedro y Sara no es mis amigos, porque se produce un error de concordancia claro: la misión de un verbo copulativo es servir de nexo o de cópula entre el sujeto y el atributo, y expresar, semánticamente, maneras de ser o de estar, no acciones propiamente dichas. En nuestro caso, brazos y piernas no efectúan actividad alguna, pero son. Sobre el atributo, podríamos aducir que debería estar también en plural: pruebas suficientes. Sí, es una de las variantes disponibles (Pedro y Sara son rubios), pero existen matices, como, por ejemplo: 6 euros y 35 céntimos no es prueba suficiente para afirmar que soy rico.

La tienda era interesante. En un estante había revistas. Algunas a la vista, otras en cajas de cartón. En éstas últimas, las prohibidas.

Lobo Negro, un skin. Marie Hagemann. Alfaguara. Madrid, 1994. Página 66.

Obviando la última gramática de la Real Academia —que finiquita las tildes de los pronombres éste, ése, aquél…—, en la oración En éstas últimas, las prohibidas, éstas no actúa como pronombre, y no debería llevar tilde.

Los discursos, documentos, etc…, me interesaban.

Lobo Negro, un skin. Marie Hagemann. Alfaguara. Madrid, 1994. Página 66.

Aquí el error se haya en el etcétera. Etcétera y los puntos suspensivos son redundantes, es decir, si existe uno, no debe aparecer el otro.

¿No están prohibidas? —preguntó Andy la primera vez que estuve allí con el.

Lobo Negro, un skin. Marie Hagemann. Alfaguara. Madrid, 1994. Página 66.

En este caso, por supuesto, a nuestro pronombre personal él le han borrado la tilde, error que se produce también en la página 103: «En definitiva, ¿no era eso lo que el quería?».

Los maderos se traen algo entre manos. Además, no hay que subvalorar a los turcos.

Lobo Negro, un skin. Marie Hagemann. Alfaguara. Madrid, 1994. Página 73.

Nuestro diccionario no recoge subvalorar. Era mejor haber empleado infravalorar.

Ahora, como dicen que estamos enlazados como mucho a una distancia de siete niveles, me gustaría llegar a Santillana, para poder trabajar para ellos como lector profesional y corrector de textos. Ya sabes, si acabas de leer esta entrada, te ha gustado y quieres ser mi primer nivel de transmisión, por favor, da un salto. Quizá en breve haya llegado hasta ellos.

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