
Un bajibajo impresionante. Imagen tomada de http://pitbox.wordpress.com/2011/07/25/takabisha-la-montana-rusa-con-la-caida-libre-mas-fuerte-del-mundo/. Fotografía de Tsuno Yoshikazu.
Hace muchos años acuñé el término bajibajos, especialmente para aquellas personas que se sienten (la mayoría de las veces, no sin motivo) siempre desafortunadas. Un día están mal y al siguiente, peor. Así transcurre su vida, año tras año… Su espiral desgraciada parece no tener fin, parece no poder detenerse nunca.
Hace poco leí:
Los errores que cometes en los buenos momentos del presente crean los malos momentos del mañana.
Y tus aciertos en los malos momentos del presente crean los buenos momentos del mañana.
Cimas y valles. Spencer Johnson. Urano. Barcelona, 2009. Página 7.
Esta sabia reflexión, aplicada, vendría a decirnos que las personas que experimentan bajibajos «cometen errores en los malos momentos del presente y, de esta guisa, crean peores momentos para el mañana».
Me imagino, por imitación, que a quienes viven en un continuo altialto les sucede lo mismo, pero a la inversa, porque «sus aciertos en los buenos momentos del presente crean mejores momentos para el mañana».
Mikel Iker
Hola, Yago:
Lo primero, felices fiestas.
He leído tu entrada y me ha parecido interesante, me ha hecho reflexionar, recordar muchas citas, momentos, frases de libros, etc., y una sobresale del resto, es —o se le atribuye— a Eddison: “No he fallado, he encontrado mil formas que no funcionan” o “Si cometes un error y aprendes de él, créeme, de ninguna manera has fallado”. Esto último tiene —en mi humilde opinión— mucha relación con ese continuo “altialto”. A decir verdad, admiro y, por qué no decirlo, intento emular a aquella personas que, pese a encontrarse en una situación complicada, difícil, por su cabeza no pasa el pesimismo y su primera reacción —casi instantánea— es soltar una frase optimista. Recuerdo a mi tío Alfredo, con 73 años (grandísimo aficionado al ciclismo), con el que empecé a hacer etapas “largas”. Un día se cayó y su primera reacción no fue quejarse, maldecir a la piedra o al perro que se le había cruzado, sino exclamar: ¡Así descansamos un poco! Una grandísima lección. Un abrazo, Yago, gracias por compartir tus escritos.